Hoy 1 de octubre, se celebra el día Internacional de las Personas Mayores, otra oportunidad para visibilizar las vejeces de la localidad, sus formas de estar en la comunidad, sus ideas, estilos, expectativas y las múltiples dimensiones que los y las atraviesan.

Las formas de ser y vivir que cada persona mayor de 60 años elija debe conmemorarse, recordarse, nombrarse y celebrarse, porque pueden elegir quiénes quieren ser y cómo quieren vivir su día a día. Con proyectos propios, con miradas diversas, con la idea de trascender el “qué dirán” y vivir libres de prejuicios.

Actualmente, como sociedad, somos parte de un proceso que nos trasciende y nos atraviesa: la población de personas mayores es cada vez más grande. Esto abre nuevos caminos para su abordaje y trato, habilitando distintos desafíos, nuevas preguntas y puestas de sentido. Nos compromete como sociedad y como individuos, y nos plantea la necesidad de brindar oportunidades de igualdad y equidad, espacios libres de violencia y de respeto y garantía de sus plenos derechos.

Toda comunidad porta sus propios discursos, legitimados socialmente, que moldean los distintos modos de sentir, pensar y actuar, y las formas de relacionarnos, determinando estilos y expectativas.

Por supuesto, las vejeces no están exentas, por lo que será fundamental pensar y reflexionar sobre estos discursos sociales que circulan y marcan, para lograr así, cambiar, modificar y mejorar indefectiblemente las formas y los espacios en que los y las incluímos. Porque son parte de nuestra sociedad, porque es nuestra realidad, porque son de esta época.

Los y las adultos y adultas mayores son los principales depositarios de una innumerable cantidad de discursos, principalmente negativos, que los etiquetan y los determinan. Los prejuicios son parte de estos discursos sociales, limitando la mirada real hacia ellos y ellas, obturando su singularidad, invisibilizando lo propio y personal de cada uno/a.

Así, escuchamos hablar de la vejez como sinónimo de enfermedad, como si el deterioro fuese el destino después de los 60 años, quedando asociado a la falla y a aquello que no funciona. La vejez queda reducida, de esta manera, a un problema médico. La mirada y la intervención pierden integralidad. Se desdibuja la persona como un todo con características que le son propias.

Es importante aclarar que, si bien existe un aumento de la enfermedad y la patología en las personas mayores, no necesariamente debe hablarse en términos de deterioro. Hay cambios esperables, cognitivos, físicos y emocionales, pero esto no implica enfermedad.

Otras ideas que circulan, piensan a la vejez como una etapa de pasividad, como si no quedara tiempo para generar nuevos proyectos y renovar y/o transformar los existentes. Así, corremos el riesgo de caer en pensamientos prejuiciosos que enfatizan valores como la productividad económica, la eficacia, la eficiencia y la rapidez como los únicos posibles, llevando al aislamiento de las personas mayores y a la pérdida de sus roles sociales.

Al momento de vincularnos con ellos y ellas será necesario indagar sus intereses, deseos y necesidades, teniendo siempre presente que, como cada uno de nosotros y nosotras, los adultos y adultas mayores son sujetos de derechos. Su decisión, participación y opinión cuenta.

En esta misma línea, no podemos dejar de mencionar la descalificación intelectual hacia las personas mayores, un prejuicio social tan fuerte y arraigado en la sociedad actual. La suma de concepciones negativas hacia las personas mayores, suelen hacerlos equivaler a sujetos aniñados con exageradas limitaciones cognitivas e intelectuales. Se confunden los cambios esperables del envejecimiento con el deterioro cognitivo y/o físico.

Las personas mayores no son como niños: esta concepción limita la mirada y el conocimiento de las características propias de la vejez. Los descalifica, los pierde de vista como sujetos integrales, autónomos e independientes, con decisión sobre su propia vida.

Cuando las personas mayores naturalizan y hacen propios estos prejuicios y estereotipos, pueden tener lugar el miedo al fracaso, la falta de confianza en ellos mismos, el aislamiento social y bajos de niveles de autoestima, entre otros, dando lugar al desempoderamiento progresivo.

Observamos que, muchas veces, sucede que las personas mayores prefieren no enfrentar situaciones nuevas y/o complejas, limitan la generación de nuevos vínculos, eligen actividades que no les impliquen desafíos y, por lo tanto, no reciben la estimulación adecuada.

La descalificación intelectual hacia las personas mayores, conlleva riesgos enormes en términos de salud y bienestar: limita su autonomía, puede llevar a internaciones forzadas e innecesarias, despierta temores para enfrentar situaciones nuevas por poner en duda su propia capacidad cognitiva, implica conductas de aislamiento, baja autoestima y confianza en sí mismos/as, y genera la pérdida de roles sociales.

En esta misma línea, las ofertas de actividades disponibles pueden resultar inapropiadas. Dado que se los subestima, las propuestas no responden a su real capacidad funcional y cognitiva, dando lugar al miedo al fracaso en las propias personas mayores y limitando el fortalecimiento de sus habilidades y herramientas.

Asimismo, puede generar interferencia en la comunicación, ante las dudas sobre su propia capacidad. Se decide por ellos y ellas, no se entablan relaciones profundas, no se abordan temas complejos, se los sobreprotege y se les oculta información, entre otros.

 Como ya fue mencionado al inicio de este artículo, las ideas y prejuicios negativos que recaen sobre las personas mayores son muchos. Hemos decidido mencionar aquellos más relevantes y de mayor circulación.

Desde el Área de Adultos/as Mayores de la localidad, invitamos a la reflexión, a pensar a las personas mayores desde una mirada integral y saludable, poniéndo el énfasis en sus potencialidades. Sin dejar de cuestionarnos a nosotros mismos/as y como sociedad sobre las formas en que miramos, pensamos y tratamos a las vejeces.

Preguntarnos sobre nuestras propias ideas y preconceptos, cuestionar lo naturalizado y generar nuevas estrategias, son herramientas de transformación fundamentales y, “casualmente” aquellas que tenemos a mano.

Como sociedad debemos asumir el compromiso con las personas mayores de la localidad, centrando la mirada en las potencialidades y recursos, brindando espacios de igualdad de oportunidades, y generando posibilidades de participación y escucha activa sobre sus deseos e intereses.

Por vejeces libres de violencias y prejuicios.